31.1.13

La entrada más sobrecogedora de un diario, la que quizá implica mayor complicidad —y conjetura— entre el creador y el lector, es la entrada que no se da, que no aparece, que ni siquiera se esquematiza en su arquitectura. El diarista tiene que luchar cada día y en cada instante... contra ese torrente de producción silenciosa que acabaría infectando el diario de... cierta brutalidad de vida..., cierta reencarnación del símbolo, cierta monstruosidad... 
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El diarista, en su propia vida, en su propio pensamiento como diario, vive de (y en) esa constante hermenéutica de la que depende, se enriquece, se convierte en testimonio, se erige vivo en la vida, se ausenta... Son sus alas, su carga, su sobrepeso, su todo en todo... 
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Producción de fondo: acabar en una palabra que se encuentra a sí misma y que sabe que no deja nada tras de sí; hablar desde el hueco... 
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El diarista escribe (en) un día continuo: repite el día; lo perpetúa sin copia. El diario —o la escritura— implica un último intento sumativo de completarse. "Mi vida es un único día", escribe Lispector.
 
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