12.8.14


Quiero saber que tu intensidad no es la intensidad de una mera repetición. En realidad, la repetición no constituye el hallazgo de aquel que siempre piensa lo mismo porque cree haber descubierto una verdad definitiva. La repetición tampoco es reduplicación de la diferencia. Aún así, yo pienso mucho por repetición, quizá en buena medida por desgracia, pero tampoco creo que las repeticiones sustenten ni mi pensamiento más caprichoso ni el más ordenado (y el resto poco importa). ¿Cómo debo creer que piensas tú? No sé andar por la ciudad. Ni siquiera sé si podría vivir en uno de estos sitios que tanto me fascinan. Yo quiero que la gente sea más fiera y que ello me estimule a creer que se está viviendo en la espesura de lo cierto, y en la ciudad todo es sospechosa cadencia, seres demasiado mustios como para rebelarse en un simple gesto que conoce. En los pueblos no se llega a tanto... Allí se vive de hechos tan legendarios como las cortezas de los árboles. Los parques urbanos sí me parecen fantásticos simulacros rurales, cese de la resistencia motivadora de la nada, niños y pájaros inscritos en una realidad de fresa salvaje despojada de temores; lentitud y rayo. 

La vida que articulas te enmudece. Cómo eres. Cómo eres evadiendo miradas o inyectándolas. Cómo eres tras el remolino que generas cuando alguien atraviesa tu plano, cuando hay que ser estúpido y funcional y gritar de sorpresa sería una franca anomalía. Cómo demonios eres cuando alguien te imagina maniquí autómata, cuando nadie te ve donde todo el mundo podría hacerlo o te descubre aquel que nunca adivinarías. Cómo eres soportando la inmensa mirada desanclada del beodo que te escudriña y te delata. Cómo serías ante un hola liberado de toda prosa posible. Tú. Soy yo. Sí. A ti me refiero. Este escrito es el propio gesto de su entrega. Esta es mi frase favorita, porque nadie más que yo tiene la suerte de poder escribirla, a pesar de la desgracia de no saberla ejecutar. Y la escribo ahora. Es fascinante escribir en el parque sin siquiera la pose del poeta pero con la atracción de los mayores enigmas y deseos. A la espera (y no ya para hacer tiempo) de poder escuchar una audición de clavecín. En ti.
 
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