«Tenía la impresión de no haber vivido mi vida, de haberla siempre observado a distancia, de haber desarrollado una sola parte de mí mismo y de ser pobre como persona. Tú eras, y siempre habías sido, más rica que yo. Te desarrollaste en todas tus dimensiones. Estabas bien asentada en tu vida, mientras que yo siempre me había apresurado a pasar a la tarea siguiente, como si nuestra vida solo fuera a comenzar realmente más tarde».
ANDRÉ GORZ, Carta a D. Historia de un amor